Londres y Nueva York han decidido intervenir activamente para preservar su escena cultural.

 

Hoy les comparto este artículo de Monocle que reflexiona sobre cómo grandes ciudades como Londres y Nueva York han decidido intervenir activamente para preservar su escena cultural. Frente al cierre de teatros, salas de música y estudios creativos —producto de la presión inmobiliaria y fiscal— se han creado instrumentos innovadores: oficinas municipales de “cultura en riesgo”, fondos fiduciarios para adquirir espacios y programas que aseguran alquileres accesibles para artistas.

Estos mecanismos no solo salvan espacios aislados: constituyen políticas públicas que reconocen la cultura como infraestructura esencial para la vida urbana. El caso es revelador porque desplaza la lógica de la cultura como bien prescindible hacia la de un recurso estratégico, vinculado a cohesión social, identidad y desarrollo económico.

En América Latina, donde las tensiones entre especulación urbana y prácticas culturales son igualmente intensas, estos modelos ofrecen aprendizajes valiosos. La pregunta es si nuestras ciudades estarán dispuestas a dar ese paso: reconocer que la cultura, además de patrimonio simbólico, requiere instrumentos concretos de protección institucional y financiera.

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